01 julio 2009

Leyes Suntuarias en Roma

Hablemos de leyes ...

La indumentaria es parte de la cultura de un pueblo o civilización. En muchas ocasiones, sobre todo cuando se trata de culturas antiguas, la ropa nos indica muchas cosas sobre quién la viste: su estatus social, su poder adquisitivo o el cargo que tiene en la sociedad. Las clases altas siempre han querido distinguirse de las otras a través de su forma de vestir, además de haciendo ostentación de sus riquezas. Las leyes o pragmáticas suntuarias surgieron con la intención de regular el lujo y los excesos en el vestir, no sólo de las clases adineradas, sino también de las menos pudientes, que en ocasiones invertían gran parte de su patrimonio en intentar copiar las modas de las clases superiores.
La primera ley suntuaria de la que tenemos constancia, la Ley Oppia (215 a.C.), fue promulgada en Roma y prohibía a las mujeres romanas poseer, entre todas sus alhajas y adornos, más de media onza de oro, usar vestidos de muchos colores e ir en silla de manos, salvo si era para acudir a un sacrificio.
Esta ley, ni fue muy popular ni muy respetada. A los 20 años de ser promulgada, las romanas exigieron su revocación.
Las siguientes leyes que surgieron, la Ley Orchia (570) y la Ley Emilia (675) regulaban el lujo en lo referente a cenas, cantidad de platos, invitados y alimentos que podían servirse.
Posteriormente, Julio César publicó un edicto en el que se prohibían los vestidos de grana (un tipo de tinte muy caro) y aplicar perlas en ellos, a excepción, claro está, de ciertas personas de clases distinguidas y únicamente en ciertos días solemnes.
Augusto prohibió presentarse en los tribunales o el circo si no se llevaba un traje talar (largo) y Tiberio prohibió a los hombre usar sedas.
Por su parte, Alejandro Severo quiso establecer formas determinadas en el vestir, según las clases sociales, pero nunca llevó a término esta medida ya que encontró en ella más inconvenientes que ventajas, y la restringió únicamente al tipo de vestido que debían llevar los Senadores y los Caballeros.
Valentiniano y Valente prohibieron el uso de bordados; Graciano reiteró la prohibición de uso de la grana y el uso de la seda guarnecida con oro, excepto si se tenía una licencia expresa del ministerio. El Emperador León prohibió ornamentar las sillas y frenos de los caballos con perlas, esmeraldas o jacintos.
Todas estas leyes no consiguieron frenar el constante crecimiento del lujo, es más, agudizaron el ingenio de la población, que cada vez encontraba nuevas fórmulas para demostrar su estátus. Viendo que estas leyes no conseguían su propósito, Teodosio endureció las penas contra los que incumpliesen las leyes, medida que tampoco consiguió limitar el lujo en el vestir. De nuevo, volvió a prohibir el uso de la seda y la grana.